Sublimación del hastío

 De súbito: palabras que el viento dice a través de mí en algún instante.

Te he mentido: en realidad no creo en nada. Todo me aburre, y lo que más, el vuelo de una mariposa, la rutinaria salida del sol, el continuo correr de las estaciones. Me hastía saberme hombre y lúcido, ser consciente de mis límites y extrañarme de los papeles que interpreto: ahora soy el hombre desencantado que camina a oscuras. ¡Bah! Mañana seré una madre embelesada con el rostro de su recién nacido, pasado mañana sufriré y querré ahogarlo. Hoy toco fondo y mañana alcanzaré una cumbre, y hoy y mañana me asomaré a la eterna ventana y bostezaré una vez más, porque es siempre lo mismo. Esperanzarse y desesperanzarse, verlo todo claro para al instante siguiente caer de bruces en la confusión, renegar de la dualidad para volver a jugar su juego. "Si no puedes mejorar el silencio, cállate". Pero el silencio es siempre inmejorable y si lo guardo me come, enmudezco de muerte. El silencio tiene el poder de enseñarte todo lo oculto, pero también el de volverte loco. Así que si hablo, estoy huyendo de lo segundo. Efectos de una misma causa, la dualidad aniquilada -una vez más-. En realidad, te dije la verdad: creo en todo, pero como el todo guarda la nada, no creo en nada. Es lo mismo, ¿ves? ¡Qué gran bostezo!